Una revisión sistemática con metaanálisis evaluó el rol de la aplicación de ciertas prácticas penitenciarias (uso eficaz de la autoridad, modelos prosociales, estrategias eficaces de resolución de problemas, uso de recursos ajustados a las necesidades y factores de relación interpersonal) en la reducción de la reincidencia, y encontró evidencia de su efectividad. Los autores concluyen que las características (perfil) del personal y la formación de los profesionales en habilidades correccionales fundamentales son elementos clave para potenciar el impacto de los programas de tratamiento terapéutico en el ámbito penitenciario.
Una metasíntesis cualitativa exploró cómo las interacciones entre los privados de libertad y los funcionarios de prisiones pueden afectar a los patrones de comportamiento y a las actitudes de los internos, con consecuencias para su capacidad de rehabilitación. El estudio tuvo un enfoque dirigido a investigar los mecanismos por los cuales los reclusos acaban interiorizando y adoptando identidades estigmatizadas que acaban perjudicando el proceso de reinserción. El estudio concluye que, con el paso del tiempo y, principalmente, a medida que disminuye la distancia social entre agentes e internos y crece la familiaridad entre estos grupos, se establece una dinámica a través de la cual los agentes se integran, en cierto modo, en la red de soporte de los internos, ya que pasan a apoyarles en la transformación de sus autopercepciones como “delincuentes”, y en la sustitución de esos rótulos estigmatizantes por identidades prosociales (como esposos, padres, amigos, empleados, etc.) y su autopercepción como “ex infractores” merecedores de redención y de una segunda oportunidad, lo que tiene repercusiones positivas en la promoción de una vigilancia continua y de actitudes proactivas hacia el cambio y hacia la no reincidencia [2].
Una revisión metaanalítica presentó evidencias de la efectividad de la capacitación de profesionales de supervisión comunitaria de infractores de la ley, especialmente en los casos en que esta capacitación se enfoca en prácticas correccionales centrales (e.g.: el uso efectivo de la autoridad, el modelamiento prosocial, las estrategias efectivas de resolución de problemas, el uso de los recursos comunitarios y los factores de relación interpersonal). Un metaanálisis de 10 estudios evaluó el efecto de este tipo de capacitación sobre la reincidencia de los supervisados en Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Canadá, y evidenció que la capacitación de agentes de supervisión en estas prácticas correccionales redujo la reincidencia (36,2% vs 49,9%) [3].
Otra investigación evaluó la iniciativa de capacitación estratégica en supervisión comunitaria (STICS) en la provincia de Columbia Británica, Canadá [4]. Esta capacitación se enfoca en intervenciones cognitivo-conductuales cuyo propósito es atender las necesidades criminógenas de los supervisados. Tras la capacitación, se registraron mejoras en el contenido de las discusiones y las técnicas de intervención utilizadas por los agentes. En particular, la utilización de intervenciones cognitivo-conductuales para abordar las necesidades criminógenas se asoció con reducciones significativas de la reincidencia general (43,0% en el grupo de tratamiento vs. 61,4% en el grupo de control) y de la reincidencia violenta (14,9% vs. 21,2%).