De ocho estudios experimentales o cuasi experimentales identificados y revisados por un estudio del What Works to Prevent Violence Against Women and Girls Global Programme, solo tres informaron haber alcanzado impactos positivos y cinco no encontraron ningún impacto en la violencia contra las mujeres y las niñas. Todas las intervenciones evaluadas se llevaron a cabo en África.
Una evaluación del programa Safe Homes and Respect for Everyone (SHARE) realizado en Uganda mostró resultados más concluyentes y positivos. Tres años después del inicio del programa, se redujeron en un 20% las denuncias de violencia física y sexual por parte de la pareja. Sin embargo, las denuncias de agresiones por parte de los hombres se mantuvieron sin cambios.
Un estudio cuasi experimental del programa de Estrategia de Respuesta Rural (RRS) del Centro de Género, también conocido como COMBAT, en Ghana, mostró una reducción significativa de los casos de violencia sexual tras 18 meses de aplicación, y una reducción no significativa de la violencia física. Tampoco se observaron reducciones en la perpetración de violencia de pareja por parte de los hombres.
Una evaluación de impacto tras cinco años de aplicación del programa de movilización comunitaria SASA! en Uganda asoció la intervención con una aceptación significativamente menor de la violencia por parte de las personas que la perciben, tanto entre las mujeres como entre los hombres, y una reducción significativa de las experiencias de violencia física y sexual. Además, aumentó la probabilidad de que las mujeres víctimas de la violencia, si están en la comunidad, busquen ayuda. También hubo menos denuncias de violencia sexual perpetrada por hombres en las comunidades que recibieron el proyecto, en comparación con las comunidades de control.
Según los autores, estas intervenciones de transformación del comportamiento son complejas y requieren tiempo e intensidad. Además, los casos de éxito tienen una estructura bien definida, con una teoría del cambio clara; trabajan con grupos dentro de la comunidad, no solo con individuos; utilizan métodos participativos que permiten una mayor reflexión crítica por parte de los participantes; utilizan manuales de alta calidad elaborados en colaboración con la comunidad; también involucran a mujeres o parejas con problemas previos de violencia; y se basan en una rigurosa selección de activistas y voluntarios [1].