Las razones principales de las mujeres para involucrarse con el crimen son en su mayoría una combinación de traumas y violencia de género, trastornos por uso de sustancias, trastornos mentales y pobreza. A pesar de que las características, las circunstancias de vida y las necesidades de las mujeres varían significativamente con respecto a las de los hombres, las políticas y prácticas de la justicia penal siguen basándose de forma abrumadora en modelos orientados a responder a los riesgos y necesidades masculinas. Además, las mujeres tienen un mayor riesgo de violencia mientras están arrestadas y después del encarcelamiento. Los estudios realizados globalmente enfatizan la necesidad de alternativas en la comunidad y de soluciones diseñadas teniendo en cuenta las especificidades de género.

Las denominadas intervenciones orientadas al género consisten en programas de tratamiento diseñados específicamente para mujeres encarceladas que tienen como objetivo principal reducir los índices de reincidencia al abordar la salud física y psicológica y el bienestar de estas mujeres, y pueden implicar programas de tratamiento del abuso de sustancias (incluidas comunidades terapéuticas) y el uso de abordajes de terapia cognitivo-conductual.